QUISIERA SER ORFEBRE

QUISIERA SER ORFEBRE

Al sonido del mar, en prodigiosa noche,
escalas a mi cima con tu albor, sin reproche.

Mis ojos en la niebla persiguen tus suspiros,
con celestiales luces de nácar y zafiros.

Llegarás a mis sueños de manos de la aurora,
ceñida a mi cintura, grácil, alumbradora.
 

 Me regalas arrullos de pájaros y flores,
los ecos de las fuentes, del iris sus colores.

Me donas poesías; en ramos de pasión
las llevo por la sangre, hasta mi corazón.

Quisiera ser orfebre, enlazarte con plata,
acariciar el brillo de tu manto escarlata.

Si de mí no te olvidas, dulce musa hechicera,
tejeré con mis versos tu gloriosa bandera.

                           María Bote

EN MADRUGADA

EN MADRUGADA…

En madrugada fúlgida y sutil
rocé la piel del viento,
de tu boca el acento,

al donarte mi abrazo más febril.

Mis puertas dieron paso a las mañanas
promiscuas de azahares,
sin llantos ni pesares,
con la eterna canción de las campanas.

Y me uncí temblorosa a tu cintura
de sueños nacarados.
En tu dosel, anclados,
quedáronse la luz y la ternura.

¿Adónde iré perdida en los silencios
cuando me dejes sola?
Una contrita ola

se mecerá en la noche y sus recencios.

            María Bote

MI INOCENCIA

MI INOCENCIA

En un rincón del parque, mi inocencia
quiere jugar al corro de ilusiones
con la luz del misterio, sin urgencia.

Un murmullo de pájaros sin trinos
pulula en la caída de la tarde
y deshoja mis dedos peregrinos.

Te arrimas a mi turbia postración
y despides la dulce cantinela,
unciéndote a la cruel desolación.

Los rumores del sueño de la vida
anegarán la playa de mis ojos,
mi paciente palmera entristecida.

La avidez se desploma en los cristales
por donde busca el sol los entresijos
de mi verso abismado en manantiales.

Ilícito sostén de la mentira
es el jugo pendiente de tu boca
donde mi loco empeño se retira.

Bailando con el son del desvarío,
en madrugada múltiple y eterna,
por senderos sin flores, tu desvío.
 

Me persigue acuciante tu mirada,
desharé su cadena sin desmayo,
sin sujetar mi yugo a su llamada.

Reverencio el envite que me dejas
al horadar mi piel con desatino
y niego las verdades de tus quejas.

El fuego del ocaso se avecina
por la oscura razón de la pendiente;
mi delirio sangrante, por su esquina.

Afluente de su mar es mi poema,
engendrado en la orilla de las horas,
ungido con efluvios de alhucema.

Renace en los perfiles de la bruma
por los azules códigos del sueño,
en trazos sugerentes de mi pluma.

Un suplicio tenaz, inalterable
persigue mi inocencia sin medida.
Melancólica duna inexpugnable.

María Bote
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